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COOPERATIVISMO: UN MODELO DE VIDA

El cooperativismo representa mucho más que una opción dentro del ámbito económico; se configura como un modelo transformador de comunidades y un motor de fortalecimiento para los sectores productivos, siempre que su gestión esté guiada por una perspectiva tanto humana como empresarial. Ejemplos notables de este enfoque se observan en Canadá y Alemania, países donde el sistema asociativo constituye una base esencial para el desarrollo económico. Su principal fortaleza radica en el impacto social y económico alcanzado, derivado de poner al individuo como eje central y promover la colaboración y la gestión autónoma. No obstante, para lograr un verdadero impacto, este modelo requiere ser administrado con transparencia, rigor, responsabilidad y estrategias precisas, siempre en consonancia con los principios y valores cooperativos. Cuando tuve la oportunidad de asumir la dirección de Quindío Solidario en octubre de 2000, encontré una organización en estado naciente: con su acta de constitución recién aprobada, el entusiasmo de las 24 entidades fundadoras y una firme intención de fortalecer el sector solidario en el Quindío y alcanzar representatividad. Allí comprendí que el cooperativismo, más allá de su inspiración social, es un modelo empresarial que demanda planificación estructurada y compromiso constante.
Las cooperativas tienen el potencial de contribuir significativamente a la construcción de una sociedad más equitativa, pero esto solo es posible si se administran con el nivel de profesionalismo exigido a cualquier otra entidad económica, conservando siempre como propósito esencial el servicio al asociado. Es motivo de orgullo y satisfacción presenciar el desarrollo y la fortaleza alcanzados por Quindío Solidario, lo que evidencia la solidez de este modelo. Mientras que para muchas empresas comerciales celebrar 25 años de actividad representa una excepción, en el ámbito de la economía solidaria es común encontrar organizaciones cooperativas —incluidas varias del departamento del Quindío— que superan las seis décadas de trayectoria, aportando de manera decisiva al crecimiento regional y al bienestar de sus comunidades. Entre los desafíos más relevantes del cooperativismo se encuentra la necesidad de alcanzar visibilidad y reconocimiento como un modelo empresarial robusto.
En diversos territorios, las cooperativas aún son percibidas como iniciativas de bajo alcance económico y restringidas a sectores puntuales; revertir esta percepción en la conciencia colectiva ha implicado evidenciar que su importancia es equiparable a la de cualquier otra estructura empresarial, y que su valor reside fundamentalmente en la generación de desarrollo integral, sostenible y equitativo, constituyendo una expresión genuina de la redistribución de ingresos. Frente a este contexto, surge una cuestión central: ¿cómo incrementar la visibilidad y fortalecer el sector cooperativo? La respuesta radica en la integración estratégica entre cooperativas de distintos sectores: agropecuarias, de ahorro y crédito, fondos de empleados y trabajo asociado.
En diversos territorios, las cooperativas aún son percibidas como iniciativas de bajo alcance económico y restringidas a sectores puntuales; revertir esta percepción en la conciencia colectiva ha implicado evidenciar que su importancia es equiparable a la de cualquier otra estructura empresarial, y que su valor reside fundamentalmente en la generación de desarrollo integral, sostenible y equitativo, constituyendo una expresión genuina de la redistribución de ingresos. Frente a este contexto, surge una cuestión central: ¿Cómo incrementar la visibilidad y fortalecer el sector cooperativo? La respuesta radica en la integración estratégica entre cooperativas de distintos sectores: agropecuarias, de ahorro y crédito, fondos de empleados y trabajo asociado. Con todo lo anterior, surge una pregunta clave: ¿Cómo asegurar la sostenibilidad de este modelo económico en el futuro?

Uno de los grandes desafíos es integrar a las nuevas generaciones. El liderazgo cooperativo ha estado tradicionalmente en manos de personas con amplia trayectoria, pero si no promovemos el relevo generacional, muchas entidades corren el riesgo de desaparecer. Es prioritario atraer a los jóvenes, mostrarles el valor del sector para garantizar estabilidad económica, e incorporar soluciones tecnológicas que fortalezcan la propuesta de valor, manteniendo intacto el enfoque humano y la personalización en la relación con los asociados, sin descuidar el diseño de servicios enfocados en quienes han construido la base de nuestras instituciones. Adoptar nuevas tecnologías es clave para conectar con las expectativas de las generaciones más jóvenes, aunque la esencia cooperativa debe diferenciarse del sistema bancario tradicional, consolidando su fortaleza en la cercanía y el vínculo directo con quienes forman parte de la organización. El cooperativismo se sustenta en la confianza y el conocimiento profundo de las necesidades de cada integrante. A diferencia de otros modelos donde la relación se limita a un registro digital, la cooperativa procura comprender el contexto y brindar soluciones que van más allá de una simple transacción, priorizando el bienestar integral del asociado en cada servicio ofrecido. Adicionalmente, el robustecimiento de la gobernanza interna se posiciona como reto clave: liderar una cooperativa implica gestionar no solo los resultados financieros, sino también el bienestar de las personas. De primera mano, he constatado cómo decisiones acertadas han permitido que familias conserven sus hogares, que emprendimientos rurales persistan y que comunidades accedan a servicios financieros justos y responsables. Para garantizar la continuidad de estos impactos, es preciso fortalecer estructuras de liderazgo comprometidas con el propósito social. La experiencia demuestra que el cooperativismo no solo es resiliente, sino que prospera cuando se administra con visión empresarial, estrategia y responsabilidad, situándose a la altura de cualquier otro modelo en términos de eficiencia, pero sumando una perspectiva humana y solidaria hacia el futuro. Es el momento de sumar esfuerzos para consolidar el sector, reafirmando que las cooperativas son actores económicos y sociales esenciales. El crecimiento sostenido exige evolucionar y adaptarse a nuevas realidades, sin perder de vista nuestros valores fundamentales. Al fin y al cabo, si aspiramos a un mundo más justo y estable, debemos apostar por un modelo económico capaz de superar cambios normativos, crisis sociales y fluctuaciones del mercado. Una cooperativa bien gestionada es semilla de transformación social en todos los niveles, pues coloca en el centro a las personas y promueve, más allá de la administración de recursos, la mejora genuina en la calidad de vida.